Quien algo quiere, algo le cuesta. Desde 2012,
concretamente, las personas que quieren visitar el interior de la Catedral de
León tienen que abonar una cantidad de 5 euros. Esta medida, ya implantada en
muchos países europeos, se impuso con la intención de que el Cabildo del edificio
recaudara la cifra de 800.000 euros anuales, destinados principalmente a la
restauración de la catedral. Además de la entrada individual se establecieron
otras modalidades para entrar en el templo; los jubilados, los estudiantes y
los grupos de más de cuatro personas tienen que abonar una tarifa más reducida
para disfrutar del edificio.
Ante esta medida las reacciones de los ciudadanos no
se hicieron esperar; unos comprendían la decisión de tener que pagar entrada
mientras que, como era lógico y de esperar, otros se mostraban más reacios a la
hora de tener que abonarla cuantía. Y es que en época de crisis a la gente le
cuesta todavía más sacar la cartera, aunque sea para visitar un edificio
declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad como es la Pulchra Leonina.
No solo la catedral de León, si no que muchos
templos de España decidieron adoptar el modelo europeo de cobrar por las
visitas. Y es algo lógico, ya que el dinero está destinado al mantenimiento del
edificio, incluyendo la limpieza, seguridad, calefacción, intervenciones
puntuales y, por ejemplo, a la restauración de las vidrieras, la característica
que los visitantes más admiran del edificio. De hecho, en algunas catedrales,
las visitas destinadas al culto siguen siendo gratuitas, obteniendo el dinero
tan solo por las visitas guiadas. Las catedrales de Jaén y Salamanca cobran la
misma cuota, 5 euros, por visitar los edificios, mientras que las de Barcelona,
Burgos, Sevilla y Toledo recaudan 6, 7, 8 y 11 euros, respectivamente. ¿Por qué
no pagar cierta cantidad de dinero para ver los edificios más impresionantes y
con más historia de nuestra geografía? ¿Por qué no apoyar nuestro patrimonio
artístico?
Vivimos en una sociedad en la que, lógicamente, todos nos lanzamos a lo gratuito. Sí, es
cierto que vivimos tiempos difíciles y dominados por la crisis, esa palabra tan
temida que llevamos oyendo tantos años por la radio, por la tele y por la
calle. Pero al igual que pagamos por un paquete de tabaco o por beber un par de
copas un sábado por la noche, deberíamos estar más dispuestos a pagar un precio
por nuestro arte. En otros ámbitos los precios que se imponen son claramente abusivos,
como los casi ocho euros que hay que pagar si queremos ver una película en el
cine. Esto es, sin duda, una de las causas por las que existe un alto índice de
piratería en España y no la falta de calidad en el cine español, tal y como
afirmó hace unos meses el ministro de Hacienda y Administraciones Públicas.
Muchas veces admiramos el patrimonio que tienen
países extranjeros, pero desconocemos la riqueza cultural que tenemos en el
nuestro. Y pagar un precio razonable para contribuir en el mantenimiento de nuestro
arte debería ser un placer.
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