Uno de los edificios históricos más conocidos y notorios de la ciudad de León es, sin ninguna duda, su catedral. La también conocida como Pulchra Leonina, de estilo gótico, comenzó a construirse en el siglo XVIII. Sus pórticos, sus capillas y su coro hacen de la catedral un edificio único, pero lo más importante de sus características son sus luminosas vidrieras de cristal policromado, unas de las más importantes a nivel mundial, en lo que al arte de la vidriera se refiere.
A medida que el edificio se iba
construyendo, se dejaban una serie de espacios reservados para la colocación de
las vidrieras, las cuales se fueron emplazando desde el siglo XIII hasta el
siglo XX por los tres niveles de la catedral. Las 737 vidrieras están
inspiradas en las técnicas francesas, como las utilizadas en las catedrales de
Reims y Amiens, y ocupan la sorprendente extensión de 1800 metros cuadrados.
Los temas reflejados en los ventanales son muy variados; en la planta baja
están localizados los temas vegetales, en la planta media podemos encontrar
escudos de provincias y de familias nobles, mientras que en la planta más alta
podemos ver escenas religiosas. Además, también se pueden encontrar temas
circenses y de cacerías. Otro detalle importante es la distinta temática
dependiendo en función de si es el lado norte o el lado sur. Las vidrieras del
lado norte, que reciben menos luz, están formadas por colores más fríos y su
temática se relaciona con el Antiguo Testamento. Las del lado sur, que reciben
más luz solar, incluyen colores más cálidos y representan el Nuevo Testamento. Podemos
decir que las vidrieras son el producto de un arte que buscaba la espiritualidad
y la luminosidad. La incidencia de la luz varía según el momento del día,
creando una atmósfera mágica en el edificio.
En el siglo XIII, comenzaron a
llegar a la capital leonesa los primeros maestros vidrieros interesados en
contribuir con sus creaciones. El siglo XIV estuvo marcado por una gran
actividad, ya que se fabricaron y colocaron las rosetas de los ventanales
bajos, con temas de los siete pecados capitales. Un siglo más tarde, llegaron
más artistas de Flandes y Centroeuropa, mientras que en el siglo XVI
continuaban llegando vidrieras. La diferencia que marcó esta etapa fue la
fabricación de vidrios mucho más finos, se comenzó a introducir el amarillo de
metal y se amplió la gama de colores, cambiando la manera de escenificar. En el
siglo XVII, el terremoto de Lisboa provocó daños en gran parte de la estructura
de la catedral y en varias vidrieras. Se comenzó a trabajar en los rosetones y
se rehabilitaron las vidrieras dañadas por la catástrofe.
En definitiva, cualquier turista
que se pase por León debería entrar a la catedral para contemplar sus
espectaculares vidrieras, ya que es una experiencia única.
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